viernes, 31 de diciembre de 2010

Hasta pronto, muy pronto

Te restan horas de historia, te apagas y te vas. Un nuevo año empieza, y tanto para este que se va, como para su último día, la Nochevieja, no me quedan palabras. Mejor dicho, no encuentro adjetivos descalificativos, para un año para recordar, pero porque tampoco lo puedo olvidar. Los momentos de este año no se pueden borrar con la misma facilidad en la que uno pasa de un año a otro.
Dicen que un año nuevo supone vida nueva, no creo que sea así de sencillo, sino hoy no estaría aquí escribiendo este post.
Sin embargo, hay una parte de mi, que empieza a irse, y otra cada vez más cercana, una parte más racional, que no me hace ser más alegre, pero si más maduro.
Quizás este año, nazca un nuevo yo, que recordará al antiguo, pero será sublime.

sábado, 11 de diciembre de 2010

¿Qué pretendo recordar?


No, no, no, no, no, no, no y no; no es justo. Estoy cansado de golpear a mi cama brutalmente. Empapada por mis lágrimas, preguntándole a ella preguntas sin respuesta. Un recuerdo me viene a la memoria, como un golpe directo al alma. Después del brutal zarandeo de recuerdos, soy yo el que deja de golpear, quizás estoy sin fuerzas. Aunque tal vez sea una respuesta. ¿Quizás debo hacer como Jesucristo? Que me golpeen en una mejilla, y poner la otra... Naah, eso no va conmigo. Pero cierto es, que pese a mi eterna fuente de juventud, me apago, dejando ya de ver, mis últimos momentos. ¿Quizás los últimos momentos de mi viejo ser? Tal vez. 
Conseguiré ser alguien diferente, me llevará tiempo, pero se conseguirá, cuando muera, quién sabe.
La llama del deseo se apaga, y se acabará la existencia, y seguirá siendo eso, un deseo. Un deseo que será como un recuerdo; solo que un recuerdo ya ha sido parte de la existencia, y el deseo simplemente será eso, un deseo, sin fecha ni nombre. 
Mi reminiscencia me motiva a seguir escribiendo y al mismo tiempo, me dificulta, ya que a cada tecla que pico, el recuerdo me bloquea los músculos, del mismo modo que me bloquea la esencia de sentir, y al mismo tiempo, de vivir.

lunes, 25 de octubre de 2010

Cosmos desordenado

Ahora mismo, la sensación es como la de una persona (en este caso, adolescente) que ha pasado, semanas, recogiendo su habitación: ordenando las revistas porno, poniendo la ropa correspondiente en el armario, y para lavar, ordenando sus libros de más a menos interesantes y útiles y etc.
Un orden de esos que suelen ser largos y tediosos, pero que finalmente los haces.

Pero hay un día en el que, lo que te ha costado horas de trabajo, lo destrozas en un abrir y cerrar de ojos.
Mi cabeza ahora mismo es un desorden, ya lo estaba antes, pero después de meses de trabajo, las cosas volvían a estar en su sitio, ahora este Caos, ha vuelto.
El desorden implica el desequilibrio, el cuál ahora es, mental. El único mecanismo de control se ha fundido, como una simple e insignificante bombilla, ahora mismo el sociopatismo es presente, la desestabilidad, creciente.
Incapaz de corregir los errores del pasado, ahora los repito, y dejo en duda las hipótesis del futuro, si antes podía imaginar que, en lugar de ir en linea recta, solo caminaba en círculos, ahora ni tan solo sé por dónde voy.
Solo yo sé que hay una única persona capaz de poner orden en este Cosmos, convertido ahora en Caos y direccionar a este pesimista afortunado, en un único sentido, pudiendo tomar así las riendas del destino.

Pero no es mi intención presionar, sé que ésta persona tiene ocultas respuestas, las cuales reorganizarían un esquema estable, que mantendría la más dulce y amarga locura, reprimida en un fondo, del que esa misma persona sería la única capaz de volver a sacarlo de ahí, llegando quizás, a un punto más extremista, dónde la única ayuda que existiría es: el lavado de cerebro, o la supresión del sujeto, en tal caso, loco.

domingo, 17 de octubre de 2010

Orígenes de la realidad...

En la vida, de un modo directo, o ya sea indirecto, se nos inculcan unos valores, unos principios, que no te hacen ser un triunfador, pero si te encaminan a serlo, estos valores son: el respeto, la formalidad, la cooperación y la desconfianza.

La desconfianza, es ahí donde yo quería llegar, la desconfianza es el principal valor en la formación psicológica de la persona, no es un valor que nos enseñen, porque a nosotros nos enseñan su inverso, la confianza.
Desde pequeños empezamos a ver en las personas como una especie de cofre, donde tenemos la certeza de que nuestros secretos permanecerán allí encerrados, donde no serán vistos por nadie. Este pensamiento es el que nos conduce a la inocencia, a la ignorancia, la ignorancia de la niña pequeña que se deja engañar por el adulto que la mira con ojos de morbosa perversión. La confianza nos conduce a la inocencia porque tenemos la sensación de que hay un momento en que ese cofre cobra vida, y nos cuenta sus desgracias, o lo que piensa, y nosotros nos lo creemos, porque su capacidad de sugestión, es, inexplicablemente, mejor que la nuestra.
Pero más adelante, casualidades de la vida, la mentira, la traición, rompen nuestra inocencia, esto nos hace bajar a la tierra, como si el mismísimo Dios nos hubiera dado una ostia, y empezamos entonces, a descender como un meteorito, hasta llegar a un pozo, en el que cuando despiertas, los hemisferios del cerebro, empiezan a dar tantas vueltas, que los pensamientos se retuercen. 
Despiertan sentimientos, desconocidos (los pobres críos siguen en la ignorancia, así que todavía siguen siendo marionetas) en los que la forma de ver el mundo cambia radicalmente, la superioridad y mirar por encima a los demás, se convierte en forma de vida, sabes que no eres ni mucho menos superior al resto (a partir de ésta etapa se empieza a ser un ser racional), pero aún así miras a aquellos ''felices'' y te invaden las ganas de poder matarlos, para poder ser una persona que de no tener nada, se seguiría teniendo a sí mismo y todo lo dicho anteriormente generalmente viene precedido por el más bello e incorruptible sentimiento, como no, el amor.

La conclusión es que en el mundo de hoy en día, donde un rey absolutista o la iglesia no podrían inculcarte valores, como la lealtad; la confianza no hace más que cegar a las personas, y es por eso que quizás no debes fiarte más que de ti mismo.